Los
remotos pueblos de Chile cuyos habitantes tienen miedo de denunciar a los curas
por casos de abusos sexuales
Constanza Hola
(@constanzahola)*
BBC News Mundo
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La denuncia de una
red de prostitución y abuso de menores entre los sacerdotes en zonas rurales
remeció a Chile y llevó al Papa aceptando la renuncia del obispo de la zona.
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ADVERTENCIA: Este artículo
contiene imágenes que pueden ser consideradas como perturbadoras.
En el café de la plaza
central de San Vicente de Tagua Tagua suena "Like a Virgin" de
Madonna.
El local es el centro
neurálgico de esta ciudad de 47.000 habitantes, ubicada en el centro sur de
Chile.
Acá la mayoría se conoce y durante los últimos días uno de los temas
recurrentes entre sándwiches que van y vienen es la suspensión del párroco del
pueblo, acusado de participar en una red de sacerdotes ligada a la prostitución
y abuso sexual de menores conocida como "La Familia".
San Vicente es una
metrópolis comparada con los pueblos aledaños.
Rodeados por la Cordillera
de la Costa chilena, las nubes de un invierno adelantado cubren pueblos
esparcidos entre viñas y plantaciones.
Son lugares remotos, unidos
por una modesta carretera conocida como "de la fruta" en honor a su
principal uso: transportar los camiones de fruta hacia sus puertos de
exportación.
Con pocos miles -a veces solo cientos- de habitantes, en estos
pueblos los curas son autoridades casi tan o más importantes que los alcaldes.
Pero tras la denuncia de una
testigo, Elisa Fernández, en un reportaje de la estación de televisión chilena
Canal 13, la apacible zona se convirtió en el epicentro de un nuevo escándalo
en la Iglesia católica chilena.
14 sacerdotes fueron suspendidos
de sus funciones mientras se realiza una investigación canónica sobre "La
Familia" (también conocida como "La Cofradía") y el histórico
obispo de la diócesis, Alejandro Goic, fue el cuarto al que el papa Francisco
le aceptó la renuncia luego de que todos los obispos chilenos se la presentaran
en mayo pasado por los reiterados y expandidos escándalos de abuso sexual.
La justicia penal, por su
parte, también investiga los hechos y tiene actualmente 17 imputados
investigados por la eventual comisión de delitos y por encubrimiento.
"Nos obligaban a
meternos desnudos a la piscina para tocarnos": los impactantes relatos
sobre la red de abusos y encubrimiento con la que vinculan a obispos y
sacerdotes en Chile
"He llorado mucho"
"He llorado
mucho", le dice una feligresa de San Vicente a BBC Mundo justo antes de
entrar a su misa diaria. Ha sido catequista de primera comunión por 30 años y
ha conocido varios curas que han pasado por el pueblo.
Está impactada.
La parroquiana, que pide no
se revele su nombre, cuenta que no era muy cercana al religioso suspendido.
"Desde que llegó, se dedicó a promover la pastoral juvenil",
quitándole prioridad a otras actividades, asegura.
Tratamos de hablar con la
secretaria parroquial para obtener más detalles, pero el silencio es absoluto.
"Cualquier cosa vaya al obispado de Rancagua y pregunte allá", nos
dice y aclara que no hay sacerdote a cargo ni misas diarias.
Sin embargo, 15 minutos
después aparece un sacerdote a hacer el servicio de las 12 pm al que asisten
unas 10 personas.
Intentamos acerarnos a él al
terminar, pero se encierra en la sacristía.
"Se fue el padre", nos
dice una mujer recién salida de misa, insistiendo en que nos vayamos.
Sin embargo, otra nos aclara
que la sala no tiene otra salida más que en la que estamos.
"Tengo que
cerrar", dice el mayordomo invitándonos a salir.
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San Vicente de Tagua
Tagua es una metrópolis comparada con los otros pueblos de la zona donde,
acusan, operaba la red.
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"Podemos estar
apesadumbrados, tristes, pero nunca derrotados", comenta la catequista del
principio y dice que espera que los tribunales hagan justicia.
Tras la denuncia de Elisa
Fernández, la fiscalía abrió una causa que incluyó una medida inédita: la
incautación de documentos de los tribunales eclesiásticos ante la negativa del
representante del Vaticano de entregar información.
"La razón de la
incautación de todas las investigaciones canónicas previas fue la existencia de
un sistema de investigación paralelo llevado por y ante la Iglesia católica
relativo a delitos cometidos contra menores de edad", le explica a BBC
Mundo Emiliano Arias, el fiscal regional a cargo del caso.
Este sistema "aumenta
el riesgo de que los imputados destruyan los medios probatorios y de que estos
mismos influyan en otras víctimas o testigos".
Este sistema paralelo, al
no compartir los antecedentes con la justicia penal, "genera
impunidad".
Ni rastro de los curas
Los viñedos decoran el
camino entre San Vicente y Peumo, la segunda localidad que visitamos.
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Las viñas y
plantaciones adornan el modesto camino entre estos pueblos.
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La parroquia de este pueblo
es una de las más antiguas de Chile.
Con más de 350 años, por ella han pasado
distinguidos personajes de la historia local.
Pero ahora está cerrada.
No hay
cura, ni secretaria, nadie, excepto la persona de la limpieza que amablemente
nos contesta que volvamos después.
Al lado de la casa
parroquial se ubica "la parcela del cura" como la denominan los
locales, un terreno patronal muy superior en tamaño a la vivienda de un peumino
promedio.
Pero del líder espiritual ni rastro desde que explotó el caso.
El párroco de Peumo también
está en el grupo de los imputados.
Hasta el alcalde está
sorprendido.
"El más interesado en saber [de la supuesta red] soy
yo", le comenta a BBC Mundo desde la Municipalidad, ubicada frente a la
iglesia.
Su preocupación no es menor; el religioso se desempeñaba como profesor
de filosofía de uno de los liceos locales.
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La iglesia de Peumo
es una de las más antiguas de la zona.
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Siguiendo la ruta 37
kilómetros hacia el norte llegamos a la ciudad de Las Cabras.
Aquí la parroquia es
relativamente moderna, reconstruida luego de un terremoto que afectó la zona en
2010.
Esta pequeña ciudad,
probablemente desconocida para muchos chilenos, saltó al ojo público luego del
testimonio de una víctima de violación.
El hecho pasó hace años y no está
relacionado con la cofradía de "La Familia", pero muestra la reacción
de la Iglesia ante las denuncias de abusos contra sacerdotes.
Daniel tenía 7 años cuando
comenzó a ser abusado por el sacerdote del pueblo.
De eso hace más de 30 años,
pero las secuelas son evidentes.
"Yo tuve que hacer sexo
oral debajo de una sotana", cuenta.
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La iglesia de Las
Cabras fue reconstruida tras el terremoto de 2010.
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Tratando de lidiar con sus
fantasmas y sin querer perder la fe, decidió ir a hablar con el obispo Goic,
quien accedió a recibirlo.
"Yo no buscaba justicia. Después de 30 años y
con el cura muerto, buscaba perdonar y poder seguir adelante", le cuenta
Daniel a BBC Mundo.
Sin embargo, la reacción del
obispo, según el actual peluquero, lo dejó perplejo.
"Se puso a llorar.
Después me empezó a preguntar, con morbo, que qué me hacía y al final me
preguntó si tenía pruebas.
¿Qué quería?
Que le trajera la camioneta, el
confesionario, la loma [lugares donde asegura que el sacerdote lo violaba]…
¡pasaron 30 años!", continúa Daniel, con lágrimas en los ojos.
"Yo no pedía nada, sólo
necesitaba que me escucharan y perdonar.
Pero nada.
Él solo quería
'pruebas'".
El cura que ayudó a Daniel a
acercarse al obispo era, a su vez, párroco de un pequeño poblado cercano a Las
Cabras que pasaría desapercibido del mapa si no fuera por su cercanía con
Rapel, un centro de veraneo habitual de gente acomodada de misa dominical.
Por eso la sorpresa cuando
se anunció que el párroco estaba también en la lista de los suspendidos e
investigados por la justicia.
Daniel lo defiende y asegura que no tiene nada
que ver con la denuncia.
La capital del surf y del
silencio
Conocido internacionalmente
por sus olas perfectas para el surf, la vida en Pichilemu más allá de la
primavera y el verano es tranquila.
Tal como en los pueblos anteriores, sus
habitantes se conocen y su párroco, el padre P, está en la lista de la red
investigada.
Esta vez la parroquia no
está en la plaza central, sino en la parte alta de la ciudad y su estructura se
asemeja más a una galería comercial que a los templos de los pueblos
anteriores.
"A mí ya no me gusta la
Iglesia.
El cura es como patrón de fundo [hacienda].
Anda siempre hablando que
tiene plata y conoce a pura gente influyente", asegura una oriunda de la
ciudad que encontramos en la calle.
No quiere ser nombrada en este reportaje
precisamente por miedo a que el religioso tome medidas en su contra.
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Pichilemu es una
comuna de 16.000 habitantes, pero su templo es imponente.
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Preguntando por el padre P,
nos dicen que visitemos Ciruelos, una localidad "muy querida" por el
sacerdote.
A Ciruelos se llega por un
camino rural y sus casas están esparcidas a través de esta ruta. No hay plaza
ni centro social.
Tampoco encontramos al padre P, pero sí nos topamos con algo
que llama la atención: una moderna iglesia en medio del bosque.
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Ciruelos es un pueblo
rural con pocas casas esparcidas alrededor del camino.
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En el templo de San Andrés
caben alrededor de 200 personas, el doble de la población de Ciruelos, según
datos de la Municipalidad.
Con forma de casa patronal,
también fue reconstruido tras el terremoto, con un costo de $100 millones de
pesos (unos US$153.500).
Fue financiado por el ministerio de Cultura, la
municipalidad de Pichilemu y donaciones.
A su inauguración en 2012 fueron
ministros, senadores y líderes locales
¿El anfitrión?
El padre P.
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En la iglesia de
Ciruelos cabe el doble de sus habitantes.
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Pero lejos de la
parafernalia, en un día de semana de otoño, los únicos que se ven alrededor de
la iglesia son una pareja que para su auto para sacarse fotos en el inmenso
parque ubicado frente a la casa patronal; y el equipo de BBC Mundo.
Sin donde caerse muerto
Para tanta pomposidad,
resulta curioso que los parroquianos de Pichilemu no tengan dónde enterrar a
sus muertos.
"Te cobran.
El cementerio es de la Iglesia y si no tienes
cómo pagar te dicen que no lo entierran", cuenta una mujer en las
cercanías del templo quien, una vez más, pide no ser identificada por temor a
las represalias.
Una práctica común dentro de
los lugares visitados.
"Una vez hubo un
indigente sin familia y el cura nos dijo que había que conseguirse la plata, si
no, no lo enterraba", comentan en otro pueblo.
Hay gente que incluso ha
tenido que pedir créditos y endeudarse.
Es un secreto a voces, pero nadie se
queja por miedo a las represalias.
Miedo que carcome
Ni en Pichilemu ni en ningún
otro pueblo quieren hablar sobre los religiosos investigados a rostro
descubierto.
"¿Me está
grabando?", pregunta reiteradamente una mujer con la que conversamos.
"No".
"No les creo", insiste.
Sólo confía una vez que
apagamos los teléfonos y le mostramos que en los bolsos no hay grabadoras.
Dice que el padre P es amo y
señor en el pueblo, que tiene muchos contactos, que era cercano a un juez
histórico del pueblo, pero que ya no está.
"No me vayan a nombrar, que
después la agarra con mi familia", insiste la mujer.
No es la excepción sino la
regla.
De todas las personas con las que conversamos ninguna quiso que su
nombre saliera publicado.
Algunos ni siquiera nos lo dieron.
Y esa reticencia no es sólo
hacia periodistas, también hacia las autoridades.
El fiscal Arias lo confirma:
"La dificultad de denuncia o de cooperación con la justicia penal se da en
el contexto del abuso de conciencia y de autoridad que ejercen o pudieren
ejercer los sacerdotes imputados.
Hay casos en que el abusador es incluso
confesor de la víctima".
"Son endiosados, una
autoridad más en estos pueblos.
Está el alcalde, el teniente de la comisaría y
ellos.
Son parte de la familia, toman té, almuerzan en tu casa, te casan,
bautizan a tus hijos, sepultan a tu gente… ellos juegan con eso", le dice
a BBC mundo Elisa Fernández, la denunciante que destapó el caso de "La
Familia".
Elisa pasó años trabajando
para la pastoral juvenil de la región.
Conoció de cerca a los sacerdotes
investigados, quienes se trataban entre ellos con apelativos femeninos que
hacían alusión a relaciones familiares: la abuela, las tías, las hijas y las
nietas. De ahí el nombre de la red.
"Ahora te hace ruido,
pero en esa época tú lo normalizabas", le dice a BBC Mundo.
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Elisa Fernández y
Charles Scicluna, el enviado especial del papa a investigar los casos de abusos
en Chile.
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"Su comportamiento era
de mucha cercanía y confianza con los jóvenes.
Los abrazaban por la espalda,
les hacían cariño en el cuello, les pegaban palmadas en el trasero, jugaban al
pillarse", le cuenta Elisa a BBC Mundo.
Pasaron años, pero cuando
uno de sus antiguos compañeros de la pastoral juvenil terminó detenido por
abuso sexual, muchas cosas le hicieron ruido.
"Me empecé a preguntar, ¿y
dónde están los otros?"
Fue entonces cuando decidió denunciar ante la
iglesia la situación.
Cuatro veces se reunió con
el renunciado obispo Alejandro Goic, incluso le entregó una lista de sacerdotes
a quienes acusó de estar involucrados en la red.
"Siempre era lo mismo, me
pedía que le trajera pruebas.
Que sin pruebas no podía hacer nada".
Ante la negativa de la
Iglesia a investigar por "no tener pruebas", Elisa decidió
encontrarlas.
Creó un perfil falso de Facebook haciéndose pasar por un
adolescente de 17 años y agregó a uno de los sacerdotes que acusa pertenece a
la red.
No tuvo que esperar mucho.
El padre L, párroco de otra comuna rural llamada Paredones, comenzó a mandarle
mensajes de texto y audios con contenido sexual.
"Suelte un poquito el
elástico y le aseguro que le saco los calzoncillos de un puro golpe", se
escucha en uno de ellos.
El sacerdote además le envió
fotos desnudo al supuesto menor a las que BBC Mundo tuvo acceso.
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El padre L enviaba
fotos desnudo a través de su cuenta de Facebook. (Esta imagen ha sido cortada).
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La publicación en televisión
de estos audios, junto con la confesión del párroco frente a las cámaras fue el
principio del fin de la red de sacerdotes denunciada por Elisa.
"Tengo la esperanza que
los resultados de la investigación generen confianza en las personas que hayan
sido víctimas o testigos de abusos y concurran a la Fiscalía", le comenta
el fiscal Arias a BBC Mundo.
Es precisamente en Paredones
donde termina nuestro viaje.
Ya oscureció y este poblado de 6.200 habitantes
parece una ciudad fantasma.
A pesar del golpe del escándalo del padre L, todo
sigue como siempre.
Todo excepto la horda de periodistas que ha inundado el
pueblo tras la denuncia.
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El padre L era el
párroco de Paredones, donde termina el recorrido de BBC Mundo.
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BBC Mundo pidió entrevista
con el obispo Alejandro Goic cuando todavía era la máxima autoridad
eclesiástica de la zona, sin embargo su jefa de prensa aseguró que no podía por
"problemas de agenda" y solicitó un cuestionario para recibir por
escrito.
Tras el envío por correo electrónico, nuevamente se excusó, diciendo
que la información estaba siendo entregada a la justicia.
Menos de dos semanas
después, el fiscal Arias allanaba los archivos eclesiásticos tras la negativa
de colaborar de la Iglesia.
También intentamos contactar
a los párrocos de los pueblos mencionados sin éxito.
El único que contestó el
teléfono fue el padre F quien se excusó.
"Tenemos prohibido hablar",
aseguró respecto de la orden de sus superiores eclesiásticos.
* Este artículo fue
realizado con la colaboración de Daniel Pizarro.
post:Marcelo Ferla
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